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27.julio.2013 Sería un día de grandes aventuras, según mis expectativas, hasta que... "se me complica". He aprendido tanto de mi, de las reacciones hasta de mi cuerpo, jamás había experimentado esto y es interesante, me asombra y me espanta.  Pékera mi amiga que siempre ha estado ahí, y yo, nos fuimos a la UNAM, al espacio escultórico, que es taan bonito, y hoy en estos días todo está verde y hubo un bonito atardecer, para terminar bonito el día, nos fuimos a la Gandhi a comprar libros y por supuesto al café con pastel y mucha plática. No pude evitar todo el tiempo sentir este vacío en el estómago, a pesar de las risas, mi alma está apachurrada. De regreso a casa, con la realidad de frente, recibí una llamada de esas que debo dejar ir, pero pues ... solo para limpiar conciencias, mas adelante había cine en la calle al lado de la avenida, muy raro, estaban proyectando Madagascar, estuve un rato viéndola y como no podía concentrarme, me limpié una lágrima y  me fui a casa. ...

Crecí en un lugar donde el color del cielo siempre fue azul intenso y donde había unos arboles que en determinadas épocas del año dan flores rojas también intensas, por lo que no había porque maravillarse de lo cotidiano o tal vez porque cuando uno es niño no hay añoranza porque ha uno vivido tan poco que no hay recuerdos. Después me cambié de lugar y no es que nunca hay visto un cielo rojo, pero no tan frecuente, y tampoco había esos árboles de flores rojas, y también me volví un poco solitaria y un poco lectora.  Una vez en una revista se publicó una novela corta, la leí y recuerdo como sentí por primera vez la añoranza de otros tiempos. La historia era de una pareja, el la conoció en un bosque de cielo azul y árboles de bayas, desde que la vio y se vieron a los ojos supieron que había una conexión fuerte, todos los días la visitaba y platicaban largas horas, mas bien él le platicaba y ella sonreía,  pero cuando caía la noche ella corría entre los árboles y se le desaparecí...